lunes

El lobo en el cordero: Cap 7:"La llegada al buen puerto"

El lobo en el cordero. Cap 7: "La llegada al buen puerto"

Con el alma en pena , una valija a medio armar y dos pares de zapatos rojos aterricé en aquél puerto trasandino. Nunca supe que me había enamorado exactamente de aquél mar de juguetes de casas multicolores y calles tan hediondas como alegres. Por tercera vez volvía a mi paraíso.
Había llegado para botar todo mi dolor al pacífico para hacer el duelo mas costoso hasta el momento vivenciado, lo que no sabía aun es que me tocaría una muerte mucho mas profunda un dolor inconmensurable un 17 de enero del 2011.
Lo cierto es que esa noche de diciembre no podía dormir. Bajé el cerro caminé una hora y media de madrugada, cuando de repente escuché una orquesta sonando detrás de una botilleria de la plazuela Ecuador y ahi los vi a ellos, a los 6 fantásticos.Juntos eran una película de Fellini; ridículos, decadentes, encantadores y parlanchines. Eran parte mia. Al escucharlos sonreí, las comisuras de los labios se extrañaron al descubrirse añorando ese movimiento : había llegado al sitio indicado. Me acerqué al mas gordito , detrás de su bigote se asomaba un violín que era mas grande que su cuerpo. Cuando se vacía el inventario, el sentir que uno lo pierde todo, tiene una ventaja: solo quedan cosas que ganar. Y asi hice lo que en otro momento jamás se me hubiese ocurrido. Tacos aguja en pista de hielo dice la canción.
"Me gustaría cantar con ustedes", le dije muy cara de palo.
"Es usted chilena?",
"no.."
es usted cantante..?
no tampoco..
ahh dijo riendo entonces es usted una enamorada del tango..
no de hecho no, bahh si
..el me miró sin comprender..
Sucede que corro con ventaja :puedo sentir el tango, lo puedo entender..dejeme intentarlo.
Y de repente allí estaba cuatro noches por semana cantando en el Cinzano con 6 muchachos de mas de 70n años, juntando flores de las calles para adornar mis vestuarios y mi cabello, para defender la alegría como dicen por ahi ...como en una trinchera.
No aguantaba mucho tiempo sin bailar y quería juntar dinero para ir a santiago y así lo hice, peso a peso golpe a golpe. Yo me inventé mi propio escenario , yo salí a caminar esa noche porque quería cambiar mi realidad yo me soñé y me tuve a mi misma. Fui mi sueño.
Salía de allí con las piernas cansadas de los tacones mal trechos, con un par de piscos en la cabeza, mas sola que a propósito y miraba aquella inmensidad de barcos que adornaban el mar como en un jolgorio de neones.No hubo noche en el Cinzano que haya necesitado algo mas que aquello.
Lo que aprendí en aquellas noches jamás lo hubiese imaginado

cap 8: La despedida

domingo

El lobo en el cordero: cap 5, "La magia itinerante"

Cap 4 :whisky en baño materno ( capítulo no publicable)

Cap 5: La magia itinerante


La magia itinerante

Esa tarde la adivina de la feria; Maruca Candelero estaba aún sin su ropaje y sin su maquillaje. Su estado era deplorable. El sol ametrallante de aquel pueblo santafesino le daba en su dorada mollera. Sobre un tapial de medio metro se hallaba recostada. Detrás de ella sostenían esta fotografía de cuento de hadas negras y borrachas; los banderines coloridos, los compañeros mágicos, el circo ambulante y un escenario para salir a flote.

Escupía moco, temblaba, tenía la garganta como un rosal seco y atrofiado. Sin darme cuenta yo ya había empezado a protagonizar mi propia novela y estaba en esa parte en la que te arrancan el alma sin anestesia. Tampoco era casual que yo me haya enamorado del tango en esos días, no solo empecé a protagonizar mi propia historia ese verano, sino mi propio tango. El teléfono celular estaba cerca y aún olía a desencanto. Un par de viejas en chancletas me relojeaban desde sus casas con sus perros asalchichados. Mi mirada oscilaba entre los escupitajos que con poca solemnidad me había mandado y la lagartija que había sido atropellada por un camión en la ruta que atestiguaba la escena. Una sombra vino y no fue solo un ángel, fue además un pájaro, una ola reconfortante, un arboleda y una canción . Recibí el abrazo silencioso que evitó que me hunda en aquella hoguera de jazmines tufientos. “Vamos a lavarte la cara ”, me dijo. Y asi fue. Estuve cuarenta y cinco minutos maquillándome el alma. No era tarea sencilla, los ojos estaban casi invisibles, agotados, habían parido una catarata de desasosiego. La musculatura estaba tiesa y débil, una combinación nefasta, el cuerpo se me caía a un vacío hondo, no me pertenecía. Sin embargo el acordeón del músico empezó a sonar con uno de esos tangos que tanto me taconeaban la sonrisa, creo que era “el torito”. Y entre las perchas vacías de los vestuarios y la luna llena él no lo supo, pero yo le agradecí mas que nunca ese sonido. El ritual previo a subir a aquel escenario que tanto había servido de valija para llevarnos a pasear por infinitas sensaciones, me hizo doblar la esquina de mi misma para volver.

Y volví. Mis compañeros me trajeron, casi sin saberlo, de regreso. Esa noche, la función fue para ellos.