Las infancias;

lo que siempre me hizo avanzar es que no podían calmarme, ya sabes, hay ciertos niños tranquilos que les dan bombones y quedan contentos. Sin embargo algunos de nosotros, incluso durante la infancia, siempre quisimos otra cosa: Lo que la vida realmente ofrece.

Cada vez que me enamoro, me enamoro de personas que me llevan a volar un ratito por mi infancia.

Yo no tuve una infancia como el resto. La escuela me empezó echando a patadas. Por ser espontánea, supongo, o por ser literal y declaradamente un ser con capacidades diferentes. Cuando tenía 6 años entré a mi salita y simplemente vi que algo iba a suceder. Señalé la lamparita que estaba a arriba a la derecha y sencillamente dije, eso va a estallar; al instante la lamparita explosionó y me gané un pasaje a la calle sin escalas. Inmediatamente un niño idiota con un overol rojo, se volteó me señaló y dijo;” Bruja”, el resto asintió. Sus rostros reían y parecía una bizarra película de terror. Salí corriendo . Me senté enchunchada entre baldosas y dos columnas, con una angustia demasiado inmensa para un cuerpo tan pequeño, causé tal repulsión que ni la maestra se me acercó. Llegué a mi casa , dí un portazo y me encerré a bailar. Allí obtuve las dos primeras lecciones ; 1_ que si dios era algo, eso era energía; energía en movimiento , un gran refugio, íntimo y sagrado 2_que las instituciones sirven para muchas cosas, menos para ser libre y creativo. No me hizo falta leer Foucault , y su teoría del arbolito. Casi nunca iba a la escuela, y lo agradezco, me la pasaba , bailando y leyendo, rendía todo a fin de mes y hasta me adelantaron un año, no me relacionaba con nadie, no sabía a que se jugaba y entonces inventaba mis propios juegos. Recién llegué de votar ,vi el banco en el que me senté aquella vez y no pude evitar volver a sentarme,no pude no estar sino agradecida. A veces pienso en encontrar a mi compañerito de overol rojo, para darle las gracias; las angustias tempranas evitan catástrofes tardías.